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Barcelona es una ciudad y una marca. Lo dicen los especialistas en posicionamiento global. Según el último City Bran Barometer es la ciudad que mejor rentabiliza su marca después de Londres y París. Pero esta ciudad también tiene sus rutinas y miserias que pasan inadvertidas para los turistas.

Texto: Alí Beltrán / Fotos: Carmen Secanella

Hubo un tiempo en que las agrupaciones humanas tenían dimensiones tangibles. La importancia de una ciudad nunca ha tenido que ver con el volumen de su masa. La Atenas clásica contaba con 150.000 habitantes, y la Florencia de los Medicis, con 100.000. Hasta la eclosión de la ciudad capitalista, los seres humanos nos agrupábamos en lugares «reales».

Pero esos tiempos pasaron. Y hoy en estadio más maduro del capitalismo, nuestras ciudades no producen ni conocimiento colectivo ni tampoco fabrican nada porque la globalización se ha llevado las fábricas al Tercer Mundo. En consecuencia, las ciudades modernas deben buscar sus nuevas fuentes de riqueza en los servicios. Es así como consultores y políticos han transformado la identidad de Barcelona en una «marca» para posicionarla en la escena global del consumo. Este es un reportaje de las consecuencias sociales de este proceso.

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Reportaje publicado en el diario «www.taz.de»  (Alemania)

 

 

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